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MIRANDO A TRAVÉS DE OTRO CRISTAL

¿Te has encontrado en una situaciĂłn en que no puedes creer ni aun lo que ves? Es decir, en ocasiones las circunstancias pueden parecer una cosa, pero al preguntar y obtener respuestas te das cuenta que el panorama es totalmente distinto a lo que aparentaba ser. Me ha sucedido en muchas ocasiones. Escuche algo, vi algo, que creĂ­ era de una forma, pero era de otra. 

Para evitar malos entendidos, algunas personas prefieren preguntar para asegurarse de que lo que piensan es correcto, otras tantas se complacen en creer solamente porque asĂ­ lo vieron o asĂ­ lo escucharon y para colmo… lo divulgan y entonces se corre la voz en un grande chisme que terminan por creer muchas personas. Por supuesto, con sus consecuentes problemas.

Hoy quiero invitarte a reflexionar en una persona que ha sido duramente criticada a lo largo de la historia. Espero que al ir analizando ciertas situaciones de su vida vayas imaginando lo que esta mujer (¡Ah!, olvidaba decirte que es una mujer) sentĂ­a, pensaba y hacĂ­a, y despuĂ©s de eso, si sigues pensando de ella como anteriormente lo hacĂ­as, pues…. ¡Bueno! Mejor vayamos con ella. Lo interesante del caso es que ni siquiera su nombre  conocemos, solemos llamarla con cierto desdĂ©n como “la esposa de Job”.

El registro bĂ­blico dice que Job y su esposa tenĂ­an 10 hijos,  sirvientes, ganado y muchas riquezas, la mayor de ellas era la perfecciĂłn moral del patriarca, misma que con satisfacciĂłn Dios pudo exhibir ante los seres del universo. Cuando el enemigo de la humanidad obtuvo permiso para dañar a Job en sus bienes materiales, Ă©ste no perdiĂł un caballo, un camello y una vaca, le fueron quitados de la noche a la mañana miles de asnas, bueyes, ovejas y camellos; y no solo eso, fueron muertos todos sus siervos que cuidaban del ganado, pero aĂşn no terminaban de darle las trágicas  noticias, cuando llego la  que desgarrĂł su alma: la muerte de TODOS sus hijos. Esto fue una catástrofe en la vida del pobre hombre… pero espera, no Ă­bamos a hablar de Job sino de su esposa, asĂ­ que enfoquĂ©monos. ¿Te parece si lo vemos paso a paso? Bien, hagámoslo.
  • Si hacemos una pobre comparaciĂłn de los bienes de Job con los actuales, estarĂ­amos hablando, si queremos ser modestos, de un hombre  cuya fortuna es de aproximadamente cincuenta y tres millones de dĂłlares. (Si hay oportunidad, en otra ocasiĂłn platicaremos de cĂłmo se ha calculado esta cifra, que por cierto no le harĂ­a merecedor de figurar entre los hombres más ricos de MĂ©xico).

 Si miramos a un lado de este hombre, vamos a encontrar a una mujer probablemente muy despreocupada en cuanto a deudas, pues no se le va el sueño pensando en que no le alcanza el dinero para pagar la renta, las colegiaturas, dar el abono de los zapatos o comprar despensa. Puede darse el lujo de ir de compras a Nueva York, de vacaciones a Australia, a un crucero por el Caribe, tal vez cenar en Argentina y desayunar en España, saludar a gobernantes, artistas, cientĂ­ficos, comerciantes…. ¡Que se yo! Y alguien asĂ­ era la esposa de Job.

¿QuĂ© crees que habrá significado para esa mujer experimentar la pĂ©rdida de todos sus bienes repentinamente? Lo perdieron TODO, cada una de las siete mil ovejas, de los tres mil caballos, quinientas yuntas de bueyes y quinientas asnas que le hacĂ­an ser la esposa del “varĂłn más  grande que todos los orientales”. En un abrir y cerrar de ojos toda esa fortuna le habĂ­a sido arrebatada sin la menor posibilidad de recuperarla. La historia nos ha demostrado que por menos de eso muchos se han quitado la vida. ¿Puedes imaginar la desesperaciĂłn de una millonaria que pierde sus bienes de la forma en que los perdiĂł la esposa de Job?

Yo no sĂ© tĂş y yo quĂ© harĂ­amos si un dĂ­a amanece y nos han robado el carro, la bolsa, vaciado la cuenta bancaria y saqueado la casa por completo. Dudo mucho que adoptáramos una actitud pasiva, de tranquilidad  y dijĂ©ramos “Ni modo, ya pasĂł, a cualquiera le pasa, veremos mañana que sucede”. Creo que lo mĂ­nimo que harĂ­amos seria llorar y correr con un ser querido para que nos prestara su hombro, sus brazos y nos diera palabras de ánimo, vaya, ¡quĂ© importa que no nos dijera nada, solo que estuviera ahĂ­ para nosotros! Pues bien, la esposa de Job quedĂł sin fortuna en un abrir y cerrar de ojos y podemos por lo menos imaginar ligeramente lo que estaba sintiendo.

  •  Probablemente todavĂ­a no habĂ­a comenzado a asimilar la pĂ©rdida de sus bienes materiales cuando llega la peor noticia de todas: la muerte no de  uno, ni de dos ni tres de sus hijos, los diez hijos, si, LOS DIEZ HIJOS murieron en un derrumbe mientras estaban en una celebraciĂłn familiar. ¡QuĂ© golpe tan duro para una madre! He visto mujeres llorar por la muerte de un solo hijo con tal angustia y desesperanza como si hubiese muerto un ejĂ©rcito completo, y es que asĂ­ es el sentimiento que les invade cuando llega el momento de la separaciĂłn, y si esta se da en circunstancias tan adversas, trágicas  e inesperadas como se dio la muerte de los hijos de Job, podemos entender que el duelo sea mayĂşsculo. A veces imagino a esta mujer gritando de dolor por sus hijos, tirada en la tierra, golpeando el suelo con sus manos, llorando, sin poder ser consolada por su esposo, quien  junto a ella comparte la pena más terrible que padre alguno sobre nuestro mundo pueda afrontar. No comĂ­an, no dormĂ­an, solo lamentaban la pĂ©rdida de sus amores y tal vez en lo intimo de sus corazones se preguntaban ¿Por quĂ©?  ¿QuĂ© hicimos mal? ¿QuĂ© pecado cometimos para sufrir tan grande angustia y castigo por parte de Dios?

  • No sabemos cuánto tiempo pasĂł, pero no me parece que exista tiempo suficiente para sanar tanto dolor, cuando tambiĂ©n repentinamente Job es herido con una sarna maligna de pies a cabeza. ¿Puedes ahora tambiĂ©n imaginar el cuadro? Tu esposo, tu amado esposo quien ha sido tu sostĂ©n todo este tiempo, quien ha compartido contigo tantas pruebas, el Ăşnico ser en este mundo que es capaz de comprender tu sentir, es ahora vĂ­ctima de una inexplicable y desesperante enfermedad que lo lleva a sentarse en el patio de tu casa y en medio de la ceniza permanecer rascándose con un trozo de alfarerĂ­a roto, supurando gusanos. ¿No te parece que esto es demasiado para una mujer que habiendo tenido todo corre ahora el riesgo de perder su Ăşnica riqueza, que es su marido?


¿Has visto a un ser amado profundamente, sufrir por una enfermedad que le aniquila y le denigra? ¿Has pensado en algĂşn momento que mejor le serĂ­a morir para que deje de sufrir? ¿Sabes de alguien que haya clamado a Dios por la muerte para terminar con una agonĂ­a o un sufrimiento? Pues si, la esposa de Job fue una de esas personas.
A propĂłsito, ¿quien crees que le llevaba de comer, le acercaba agua, le limpiaba sus heridas…? Tal vez hasta le preparaba algĂşn ungĂĽento para su piel enferma a fin de aminorar su desesperada comezĂłn. Me he preguntado si habrá podido dormir en las noches mientras su esposo padecĂ­a. Creo que no podĂ­a soportar ver a su marido en ese estado y por lo tanto se atreve a decirle con dolor, tal vez con algo de resentimiento y una profunda angustia: “Aun retienes tu integridad?  Maldice (bendice, segĂşn algunas versiones) a Dios y muĂ©rete”.

Quiero parafrasear sus palabras, me agrada pensar que fueron motivadas por el amor y la compasiĂłn más que por cualquier otra cosa: “Job, eres pecador, pide a Dios que te quite la vida, reniega de El si es necesario, ya no soporto verte asĂ­” (Al menos fue más sincera que los “amigos” de su esposo).

  • En la respuesta de Job encontramos una clave para saber más del carácter de esta mujer, cuando le dice “Como suele hablar cualquiera de las mujeres fatuas has hablado” podemos notar que lo expresado no era el hablar comĂşn de su esposa, por eso se  sorprende de lo que ella ha dicho y la reprende. Si me permites de nuevo parafrasear, pienso que Job expreso algo más o menos asĂ­: “Me extraña que hables de esa manera, pues asĂ­ hablan las mujeres necias y tĂş no eres una de ellas”. ¿Te parece que pudo ser asĂ­? 

  • Al final del libro de Job, MoisĂ©s dice que Jehová quito la aflicciĂłn de Job, su familia le visitĂł con regalos, sus riquezas aumentaron al doble y de nuevo fue padre de diez hijos, por cierto, sus hijas fueron notablemente hermosas, pero no se dice que haya tenido otra esposa. Obviamente tuvo una esposa para engendrar sus hijos y me gusta pensar que fue su primera y Ăşnica esposa quien tuvo la dicha de encontrar alivio para su dolor en el Padre Celestial y compartir los Ăşltimos ciento cuarenta años de vida de Job, esto no lo sĂ©, pero me gusta pensar que fue asĂ­…
Concluyo mi participaciĂłn en este espacio, invitándote de nuevo a que antes de emitir una opiniĂłn o formarte un criterio respecto a algo o alguien, trates de empatizar y buscar otras opciones, esto te ayudara a no cometer errores o injusticias (te lo digo porque yo he cometido muchos).  Espero tambiĂ©n tu comentario. Que Dios te guie siempre. 

Autora: Leonora Fuentes

Comentarios

  1. Muy interesante y amplio punto de vista sobre la esposa de Job, no lo habĂ­a pensado ni escuchado antes.

    Gracias!

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  2. Igualmente nunca había considerado a la esposa de Job desde ese cristal como dice el titulo. Buena enseñanza nos deja el articulo.

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  3. Me gusta el lente de esta historia, cuando un miembro del cuerpo es afectado, se duele todo el cuerpo.Y si perseveramos como Job y su esposa. Dios siempre tiene hermosas bendiciones para los matrimonios que luchan unidos.

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