Todos tomamos decisiones. Algunas sabias, otras no. Dios nos pide tomar decisiones eternas, y estas decisiones tienen consecuencias eternas.
Has hecho algunas malas decisiones en tu vida, ¿no es verdad? Te has equivocado al escoger a tus amigos, quizás tu profesión. Ahora miras hacia atrás y dices: «Si pudiera… si pudiera librarme de esas malas decisiones». ¡Puedes! Una buena decisión para la eternidad compensa miles de malas decisiones malas hechas en la tierra.
Tú tienes que tomar la decisión.
Desde que Jesús vino a la tierra, esta decisión ha estado disponible para nosotros. Y sin embargo nos admiramos de cómo algunos pueden decidirse por la vida eterna y algunos rechazarla. Nos admiramos de cómo dos hombres pueden ver al mismo Jesús, y uno de ellos burlarse de Él y el otro orar a Él. No sé cómo pudo ser eso, pero asà lo hicieron.
Eso fue lo que sucedió en la cruz. HabÃa otras dos cruces en la cima de la colina ese dÃa, el dÃa que Jesús murió. Dos criminales sufrÃan juntamente con Él la misma muerte. Y esas dos cruces nos recuerdan uno de los más grandes dones de Dios: El don de la decisión. Uno se decidió por Jesús, el otro simplemente se burló de Él. Las Escrituras revelan parte de la historia:
«Uno de los criminales que colgaba de la cruz lanzaba insultos a Jesús, diciéndole: Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros. Pero el otro criminal le reprendió y le dijo: ¿Ni aun temes tú a Dios, estando en la misma condenación? Nosotros, a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; más éste ningún mal hizo. Y dijo a Jesús: Acuérdate de mà cuando vengas en tu reino. Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraÃso» ( Lucas 23.39–43 ).
Cuando uno de los criminales que morÃa oró, Jesús le amó lo suficiente para salvarlo. Y cuando el otro se burló, Jesús le amó lo suficiente como para permitirle hacer eso.
Les permitió hacer su decisión.
Él hace lo mismo contigo.
Fragmento del libro “Lo hizo por ti”
Max Lucado
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