Aunque lleguen días malos y sobre nosotros se abata la tempestad, nuestra fe no menguará, porque sabemos que mas allá de la violencia del huracán está la serenidad, que mas allá de las sombras está la luz, y que después de la tormenta llegará la calma. Después de la lucha vendrá la victoria y la paz.
Será la nuestra una fe viviente. Hay unos párrafos inspiradores que dicen:
"Con frecuencia, el águila que se esfuerza por llegar a su nido es arrojada por la tempestad a los estrechos desfiladeros de las montañas. Las nubes, en masas oscuras, airadas, se interponen entre ella y las asoleadas alturas donde ha fijado su nido.
Por un momento parece aturdida, y se precipita de aquí para allá batiendo sus fuertes alas como si quisiese hacer retroceder las densas nubes. con su grito salvaje, en sus vanos esfuerzos por encontrar la salida de la prisión, despierta las palomas de las montañas.
Por fin se lanza hacia arriba para atravesar la oscuridad, y da un chillido agudo de triunfo al surgir de ella momentos después y ver la tranquila luz del sol. han quedado por debajo de ella la tempestad y la oscuridad, y la luz del cielo brilla a su alrededor. Llega a su amado hogar en el alto despeñadero, y se siente satisfecha. atravesando la tempestad, llego a la luz. le costó un esfuerzo hacerlo, pero ha sido recompensado logrando el objeto que buscaba.
Es este el único proceder que debemos seguir como cristianos. Debemos ejercer esa fe viva que penetra las nubes, las que, como espeso muro, nos separan de la luz del cielo". (E.G White, mensajes para los jóvenes, pags 100,101)
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