Hay algo sumamente extraño en el ambiente, se puede percibir: el aire se siente más denso, el cielo tiene un color inédito, hasta el tiempo parece ralentizarse. ¿Será el presagio de ese momento tan esperado? ¿Será hoy el día? ¡Oh Dios mío! ¡Ojalá fuese así!
Hemos sido testigos de la
devastación de este mundo, herido por plagas terribles que la Biblia predecía: la
de el agua convertida en sangre, el sol quemante, el granizo, el terremoto…
¡Pero a nosotros, Dios nos ha protegido, como lo decían sus promesas! En medio
de la niebla, de la penumbra de este planeta caótico, agonizante, convertido en
valle de muerte, el amoroso cuidado de Dios se ha manifestado con su pueblo
fiel.
No obstante, una gran
cantidad de nuestros hermanos han sido apresados, valientes hombres y mujeres
de Dios que en oscuras celdas mantienen la fe en el Hijo de Dios. Y otros
tantos a los que les han quitado la vida… Pero el dolor de perderlos no es
mayor que la esperanza de encontrarlos muy pronto en la resurrección, cuando
Cristo regrese.
Y nosotros, hemos sido
perseguidos ferozmente por tanto tiempo que las fuerzas físicas empiezan a
menguar, mas no así, nuestra esperanza. Aunque padecemos hambre, sed,
enfermedad, frio, dolor, sabemos que Dios nos ama, que nos tiene en sus manos y
que nuestro Salvador Jesús está próximo a venir, o quizá, si el augurio se
cumple, ya venga en camino…
Pero… ¿qué ocurre? -
Guardamos silencio expectante al tiempo que empieza a invadirnos repentinamente
una angustia abrumadora. - ¿Acaso son…? ¡Si! ¡Escuchamos voces y pasos tras
nosotros!
Emprendemos la retirada
de la manera más rápida y sigilosa que nos es posible. ¡Nos han tomado por
sorpresa! ¡No advertimos su presencia! ¿Es acaso que de este acecho mortal nos
intentaba alertar el extraño ambiente de este día?
Tarde, muy tarde, nos
damos cuenta que estamos acorralados, ¡es inútil huir! ¡Una multitud de hombres
armados han copado cualquier oportunidad de escapatoria! A medida que se
aproximan profieren amenazas e insultos para amedrentarnos. ¡Dios nuestro,
libra a tu pueblo una vez más!
En tan solo pocos
momentos, han llegado a nuestro encuentro decenas de emisarios del enemigo, con
los ojos inyectados de odio y desprecio. Se ven sorprendidos porque nos
encuentran orando de rodillas. Se burlan de nosotros, y a golpes y empujones
nos confinan a un rincón de la montaña. ¡Oh Dios mío! ¿Este es el fin? ¿Ha
llegado la hora de nuestra muerte?
Entendiendo esto, del
grupo agazapado, una joven voz se levanta valientemente, emulando al apóstol
Pablo: “He peleado la buena batalla, he terminado la carrera, me he mantenido
en la fe…”. El pelotón de verdugos guarda silencio mirándose unos a otros… ¡y
niños, jóvenes y adultos, hombres y mujeres, nos unimos al grito triunfal de mi
hermano!:“Por lo demás, me espera la corona de justicia que el Señor, el juez
justo, me otorgará en aquel día; y no solo a mi, sino también a todos los que
con amor hayan esperado su venida”…
Aun estupefactos, los
enviados del maligno levantan sus armas, dispuestos a acallar nuestras voces “para
siempre”…solo a la espera de la orden de su capitán. Cierro los ojos. ¡Gloria a
Dios porque aquí termina nuestra tribulación! ¡Gloria a Dios, porque cuando
abramos de nueva cuenta nuestro ojos, veremos al Hijo de Dios venir en gloria y
majestad!
Pero…algo ocurre… ¿Qué
es…ese sonido? ¿Acaso son…? ¿Trompetas? ¡Trompetas! ¡Sí, son trompetas! -Abro
los ojos- ¡¿Qué es este arcoíris que nos envuelve?! ¡Es la mano de Dios que ha
intervenido para salvar milagrosamente a su pueblo! Y mientras densas tinieblas
se abalanzan rápidamente sobre la tierra, ¡el arcoíris se extiende de un lado a
otro en el cielo!
“Enderezaos” – ¡se
escucha claramente la voz impresionante de Dios!- . Y entonces, en sucesión
rápida, la naturaleza entera se perturba, se sacude la tierra violentamente, ¡se
desgarra su superficie!, el cielo herido parece abrirse y cerrarse, ¡los montes
se mueven como si fueran de papel!… Entonces nos damos cuenta de que esta
manifestación colosal no es solo la interposición de Dios para librar a sus
hijos. ¡Este es el día! ¡El día grande y terrible! ¡El día del regreso de Jesús
a esta tierra!
Los que segundos antes estaban preparados para quitarnos la vida se llenan de terror y espanto ante semejante catarsis, contrastando con nuestros rostros alegres rebosantes de fe. ¡Ya viene! ¡Este es el día! La furia del viento crece hasta crear un huracán de terrible estruendo, aparecen demoledores rayos y deslumbrantes relámpagos, truenos ensordecedores, voces misteriosas en el cielo…Nuestra mirada ansiosa escudriña el cielo. ¡Allá, en la lejanía, aparece una pequeña nube negra, pero que, conforme se aproxima, se vuelve más luminosa!
Los que segundos antes estaban preparados para quitarnos la vida se llenan de terror y espanto ante semejante catarsis, contrastando con nuestros rostros alegres rebosantes de fe. ¡Ya viene! ¡Este es el día! La furia del viento crece hasta crear un huracán de terrible estruendo, aparecen demoledores rayos y deslumbrantes relámpagos, truenos ensordecedores, voces misteriosas en el cielo…Nuestra mirada ansiosa escudriña el cielo. ¡Allá, en la lejanía, aparece una pequeña nube negra, pero que, conforme se aproxima, se vuelve más luminosa!
Rápidamente, el
resplandor de la nube cada vez más cercana ha invadido el espacio celeste desde
el oriente hasta el occidente. ¡Qué pobre fue la descripción bíblica y
profética de este momento! ¡Faltan palabras para relatar tan magno
acontecimiento!
Tanta emoción se desborda en cantos de júbilo, en abrazos y lágrimas de alegría mientras el Rey de Reyes y Señor de Señores se revela a nuestra vista. ¡“Este es nuestro Dios – prorrumpimos gozosos- le hemos esperado y nos salvará”! Al mismo tiempo, como la Escritura profetizaba, a pocos metros se escuchan terroríficos lamentos de aquellos conmocionados por la desesperación, hablándoles a las rocas: ¡”Caed sobre nosotros! –- ¡Escóndanos de la mirada de aquel que esta sentado en el trono y de la ira del Cordero!
¡Ahora por fin podemos
mirar el hermoso rostro del Salvador! ¡Se ve una sonrisa amorosa en su
semblante! Luego, el Gran Rey mira a su portentosa escolta y asiente. ¡Y
entonces, miles y millones de ángeles que acompañan al Salvador dejan el carro
celestial para congregar a sus amados!
Una trompeta con una nota sublime se eleva por encima de todos los sonidos. ¡Nuestros cuerpos han sido transformados en un abrir y cerrar de ojos! ¡Las tumbas se sacuden y de ellas emergen también renovados todos aquellos que descansaron en el Señor! ¡Un ángel reúne a la esposa con su amado cónyuge! ¡Uno mas lleva a un niñito a los brazos de su madre! ¡Hay gran gozo por los reencuentros de las familias del pueblo de Dios! ¡Que escena tan maravillosa! ¡Y entonces reunidos, los ángeles nos toman en sus brazos elevándonos por los aires al encuentro con Jesús!
“Venid benditos de mi
padre…” -¡se escucha la dulce e imponente voz de Jesús!- . “Reciban su
herencia, el reino preparado para ustedes desde la creación del mundo…”. “Las
coronas con su nombre nuevo ya están listas… - agrega mi Cristo - . Es hora de
ir a casa…”
Autor: Juan Pablo Gutiérrez.
tenemos una esperanza de que el rey de reyes volvera pronto por nosotros y nos llevara a su patria celestial pero debemos prepararnos siguiendo sus mandamientos al pie de la letra
ResponderEliminarDIOS LOS BENDIGA!!
John, solo de la descripcion que Elena de White hace de la segunda venida, NUNCA habia leido algo mas hermoso que esto. Gracias! Y si, como bien dijiste, me saco lagrimas… Es que no es solo la composicion de palabras para elaborar un escrito, no!! Es la esperanza bienaventurada que tenemos! Imaginarla al son de tus palabras y las de EGW no hace sino hacernos llorar de emocion!! Que pronto llegue ese dia!! Que lindo escrito. CECY
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