¿No te parece alarmante
la estadística que de cada 100 personas solo 5 tiene una visión para su vida,
mientras las 95 restantes caminan sin determinación y sin dirección? Estas van donde los lleve la corriente, a lo
que vaya llegando a su vida, por lo que no encuentran su realización personal.
Es triste pero real que
dondequiera que vayas encuentras personas que no tienen claro hacia dónde van
ni lo que quieren lograr de su existencia.
Saben que viven, pero no saben por qué, o para qué. Nacen, viven,
mueren, sin pena ni gloria. Jamás
descubrieron el por qué de su existir.
Muchos preguntan por
qué alguien muere, pero rara vez se preguntan por qué nació. Yo creo firmemente que a este mundo nadie
viene sin que Dios lo haya dispuesto así, absolutamente ¡nadie!, y todos
tenemos una intención, un objetivo que cumplir, tenemos una razón por la cual
Dios nos regaló la vida. Solo que la
mayoría de las criaturas no se detienen a considerar y analizar el sentido de
su vida. No tienen metas, y por tanto
ninguna dirección. Y si tienen una razón
de existencia, no la descubren, no la desarrollan, quizá no la valoran y
terminan por nunca cumplirla.
Pero a ti, Joven, Dios
te formó con un propósito. No eres producto de un accidente ni de la
casualidad. Tal vez las circunstancias de tu concepción no fueron las ideales,
pero tienes vida porque el Padre lo planeó y decidió, así que hay un plan
divino para tu existencia. El te formó,
el te trajo al mundo, el tenía un maravilloso interés al darte vida.
¡Y Dios quiere
mostrarte Su deseo! Quiere que veas dentro de ti y descubras la razón de tu
nacimiento. Es tu responsabilidad y tu
privilegio luchar y vivir por alcanzar el ideal de Dios para ti.
En Romanos 8:28 la Palabra es enfática en
decir TODO ayuda a bien a los que amamos a Dios de acuerdo al propósito con el
cual nos llamó. Esto significa que cuando encuentras el propósito de Dios para
tu vida, encuentras la dirección para el futuro y también la revelación de cómo
lo que has vivido en el pasado ayuda a tu porvenir.
Cada circunstancia que te ha rodeado
influye en tu futuro y ayuda al cumplimiento del propósito en la vida. El día
de tu nacimiento, la familia con la que creciste, el colegio donde estudiaste,
los amigos que tuviste desde pequeño, incluso la colonia donde viviste y el
nombre que te pusieron son producto de la voluntad de Dios, ¡no de la
casualidad!
Todo lo que has vivido, experimentado,
sufrido, hasta ahora, tiene una finalidad.
Claro que no todo parece bueno cuando sucede, pero Dios es poderoso
para transformar incluso lo malo, incómodo, desagradable, situaciones adversas,
en algo provechoso para tu vida. Solamente poniendo tu mirada arriba podrás
encontrarle sentido a lo que dejaste atrás. Cuando lo ves a través de los ojos
de Dios, todo va encajando y tomando claridad.
El tiempo te va diciendo por qué tenía que suceder de tal o cual
forma. Y si aún no lo comprendiéramos
tan abiertamente, nunca debemos dudar que Dios usa todo lo que vivimos para
cumplir su plan en nuestra vida.
Todo lo que somos ahora es producto de
nuestro pasado, y Dios nos va formando día a día si se lo permitimos, para
llegar al final del camino.
¿Qué talento tienes?
Dios al formarte te regaló dones y
talentos para cumplir un llamado. Cada talento está asociado a lo que El quiere
que cumplas. Cuando descubres para qué eres bueno, descubrirás para qué te hizo
Dios.
¿Qué te apasiona?
Identificar aquello que más nos entusiasma
también es una buena forma de descubrir tu llamado. Todo lo que te gusta
realizar está ligado a lo que Dios quiere que hagas.
¿Cuáles son tus sueños?
Otra forma de descubrir la misión que Dios
tiene para ti es recordar qué soñabas ser y hacer cuando eras niño. Todos
teníamos sueños. Soñábamos con ser bomberos, policías, médicos, maestros. No
dejes que el tiempo ahogue tus sueños, recuérdalos para descubrir tu propósito
en la tierra.
Aunque el tiempo se haya encargado de echar
a perder algunos sueños, siempre habrá otros por los cuales luchar. Nunca dejes de soñar, porque lo que deseas en
tu corazón es lo que te define como persona.
¿Cómo te gustaría que te
recordaran?
Otro indicio que te ayuda a encontrar tu
misión es pensar qué te gustaría que dijeran sobre ti cuando ya no estés.
Piensa un momento, ¿te gustaría que te recordaran como un gran educador, un
exitoso empresario o un padre excelente? Como la persona más amable, más
paciente, más espiritual? Todas estas preguntas te ayudan a encontrar aquello
para lo que fuiste hecho.
¿A qué voy a dedicarme?
Es sumamente importante que descubras el
plan divino en tu persona para no tomar las decisiones equivocadas y
desperdiciar tu vida en actividades sin sentido. Algunos jóvenes escogen su
carrera siguiendo a sus “cuates”, buscando algo que les provea dinero rápido o
algo que no requiera mucho sacrificio. ¡Esas son las razones equivocadas!
Para escoger, no debes ver hacia fuera sino hacia dentro, preguntándote ¿qué
quiere Dios de mi? ¿Para qué me creó? Si le pones atención, Él te dará la
respuesta.
¿En dónde voy a trabajar?
Escoger un empleo es igual. No te
decidas por uno donde te pagan más, está más cerca de tu casa o donde trabajan
tu amigos solamente porque es más cómodo. Escoge trabajar en aquello que te
apasiona, lo que te dará satisfacción personal y crecimiento, aunque al
principio ganes menos dinero y tengas que hacer más sacrificios. Porque cuando
sigues una “visión”, la “provisión” de Dios te seguirá siempre. Cuando tu
objetivo primario es hacer lo que el Señor te mandó, el dinero te sigue porque
es un recurso que te enviará para cumplir Sus planes. ¡Abre los ojos y el
corazón!
Pídele a Dios que te muestre su
plan
Para descubrir el propósito al cual fuiste
llamado, lo primero es tener el anhelo ardiente de saberlo y preguntarle al
Señor. “Mi Dios, ¡Necesito que me lo digas, quiero descubrirlo!” Cuando Él vea
tu interés, te hablará.
Dios quiere usarte de muchas formas. Dile:
“haré lo que me has llamado a lograr”. Tu propósito no es un secreto
imposible de descubrir, pídele al Señor que te lo revele, búscale, escúchale,
sé esforzado y valiente.
El apóstol Pablo nos dice que él se olvida
de todo lo pasado y ve hacia delante porque su único anhelo es descubrir y
alcanzar la meta que Dios tenía para él y alcanzar el premio de ese supremo
llamado en Cristo Jesús (Filipenses 3:12-14). Imítalo y dedícate a aquello para
lo que fuiste enviado.
Atrévete a emprender el camino del propósito
de Dios. Deja que tu llamado vea la luz y vive para que sea una realidad que
honre al Señor. Dile que deseas cumplir Sus planes para tu vida, prométele que
harás lo que te ha mandado porque anhelas servirle y bendecir a quienes te
rodean. Al fin y al cabo, nada en este mundo vale la pena si no es para agradar
a Dios y para servir a la humanidad.
Pídelo a Dios, y El hará que lo logres.
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