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HIJOS DEL REY


Lecciones de la historia de Mefiboset

 El rey del Universo te ha hecho una invitación a su mesa en su palacio, y quiere que seas heredero de su reino junto con su hijo Jesús.

Deja volar tu imaginación y visualiza la escena: El rey David paseando por su palacio disfrutando el orden, prosperidad y paz que en ese momento había en Israel. De repente, reflexiona que nada de aquello hubiese sido posible de no ser por la ayuda de su fiel amigo, Jonatán, quien salvó a David de las manos de su padre, Saúl. Y entonces David recuerda la petición que le hiciera su mejor amigo: “No quitarás tu bondad de mi casa para siempre. Cuando el Señor haya cortado uno por uno a los enemigos de David, no dejes que el nombre de Jonatán sea cortado de la casa de David” 1ª Sam 20:15.

Inmediatamente David pregunta a sus súbditos “¿Queda alguno de la casa de Saúl a quien yo pueda favorecer por amor a Jonatán” La pregunta intriga a los servidores de David, quienes seguramente pensarían: ¿por qué David se preocupa de un asunto menor cuando tiene cuestiones de mayor importancia? ¿Por qué considerar a la familia de aquel que tanto buscó la muerte de David? Pero nadie en la corte del rey conoce a algún familiar de Saúl o Jonatán. Y entonces le preguntan a Siba, un antiguo servidor de Saúl, si conocía a algún sobreviviente de la familia del rey fallecido. Siba responde: “Si, su majestad, aun queda un hijo de Jonatán, lisiado de los pies”.
Lo que había ocurrido con este niño, cuyo nombre era Mefiboset, es que cuando tenía unos cinco o seis años, Saúl y Jonatán murieron en una batalla en contra de los filisteos. Luego, sobrecogidos por el temor, la familia de Saúl y algunos sirvientes huyen a las montañas, y entonces la niñera de Mefiboset tropieza y el niño se fractura ambas piernas, quedando tullido de por vida. Y en esa condición, Mefiboset, cuyo derecho a ser el legítimo heredero al trono se había esfumado, se refugia en un lugar lejano, inhóspito, llamado Lodebar.


Ahora, volviendo a la conversación entre David y el ex servidor de Saúl, ¿Notaste que Siba no llama por su nombre al hijo de Jonatán? Solo menciona que es lisiado. Y al hacerlo es posible que lo hiciera con un tono despreciativo. Pero el rey David no menciona su defecto físico, y no lo menciona porque no le importa, sino que lo llama por su nombre: “Mefiboset”. Así mismo, cuando el rey del Universo se refiere a ti, no menciona tu condición de pecador, ni describe tus defectos, (Juan Pablo "el pecador", Pit "el enojón", por ejemplo) el te llama por tu nombre y te dice: “mi hijo”.

Entonces David envía una comitiva real a traer a Mefiboset desde Lodebar hasta el palacio, y el hijo de Jonatán se presenta con gran temor ante el rey quizá pensando que este le quitaría la vida; pero ocurre lo contrario. David lo trata con bondad, le devuelve las propiedades que pertenecían a su familia, y le ofrece un lugar permanente en la mesa real, junto a los hijos de David. Y no lo hace porque Mefiboset lo merezca, o lo haya movido a lástima, lo hace por bondad y por la responsabilidad de cumplir aquella vieja promesa.
¿Te das cuenta que esta es también nuestra historia? Éramos hijos del rey del Universo, destinados al trono junto a nuestro Padre. Pero, al igual que Mefiboset, quedamos “lisiados” de por vida por causa de una caída en el huerto del Edén. Y ahora, vagamos en este mundo inhóspito viviendo escondidos y temerosos. Sin embargo, el rey del Universo te ha hecho una invitación a su mesa, a su palacio, y quiere que seas heredero de su reino junto con su hijo Jesús, quien vendrá en la comitiva celestial muy pronto a buscar a quienes acepten esa invitación. Y lo hace no porque lo merezcas, sino que lo hace por su infinito amor por ti, por su deseo imperecedero de que estés ahí con el. 

El nombre de Mefiboset se menciona en otro hecho del reinado de David, del cual podemos extraer otra enseñanza. Años después, durante la rebelión de Absalón, David tiene que huir de Jerusalén, y Mefiboset se queda en la ciudad, aparentemente uniéndose con los disidentes. Pero la sublevación termina con la muerte de Absalón, David regresa a Jerusalén, y encuentra a Mefiboset con aspecto descuidado, aparentemente afligido, y le explica a David que Siba lo engañó y lo traicionó. Pero David no le da gran importancia al asunto, no indaga si aquello que le declara Mefiboset es verdad, porque la promesa que le hiciera a su amigo Jonatán sigue vigente, a pesar de todo. ¡Que generosidad de David, y que fidelidad al cumplir su promesa! 

Pero nadie tan generoso como nuestro Dios al ofrecernos cientos de promesas en su Palabra. Y nadie tan fiel como el en el cumplimiento de las mismas. Dios mantiene sus promesas siempre, como una muestra más de su amor infinito por la humanidad. Pídele a Dios que estas promesas estén presentes en tu mente y corazón, y que también nosotros seamos fieles con las promesas que hemos hecho, por difícil que esto sea, y no las tomemos a la ligera, porque es un compromiso muy grande el que hacemos al prometer algo, sobre todo, si estas promesas son hechas a nuestro Dios.


 

Autor: Juan Pablo Gutiérrez.

Comentarios

  1. David el varón conforme al corazón de Dios. Cumple su promesa de cuidar de la descendencia de Jonatán, la cumple aún quizás si Mefiboset se unió o simpatizó con quienes traicionaron al rey. ¡David permanece fiel, independiente de cómo obran con él sus protegidos. ¡ Dios permanece Fiel, aún nosotros fallándole !!!.

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