Dice la escritura en
Mateo 23:37: “¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los
que son enviados a ti! ¡Cuantas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina
junta sus pollos bajo sus alas! Y no quisiste.”
Con profunda tristeza y
lágrimas amargas, Jesús pronuncia este lamento sobre aquella ciudad. Dejando de
lado el contexto de esta cita bíblica, ¿alguna vez te has lamentado por la
situación de tu ciudad, de tu país? Este servidor lo hace frecuentemente por su ciudad natal.
Una ciudad otrora
tranquila, segura, apacible, en la actualidad es golpeada diariamente por la violencia y el
crimen, con todo lo que ello conlleva: asesinatos, extorsiones, impunidad, inseguridad,
temor, impotencia… Tristemente, los hechos violentos cotidianos no son
exclusivos de mi ciudad, sino que se han generalizado en la mayoría de las
ciudades de nuestro país.
La sociedad está harta de
esta situación, hastiada de no sentirse segura en ningún lugar ni en ningún momento,
ni aun en sus propias viviendas. El grito unánime de la gente es pidiendo
justicia, exigiendo a las autoridades lleven a cabo acciones mas efectivas para
frenar la ola de delincuencia, para detener al crimen en todas sus formas.
¡Que dolor ha de sentir
el Salvador Jesús al ver tanta muerte! ¡Cómo ha de lamentar que sea ignorada la
voz del Espíritu Santo llamando a la compasión, al arrepentimiento! ¡Como ha de
repetir el lamento del versículo mencionado, pero ahora sobre nuestras
ciudades!
¿Qué actitud debemos
tomar como creyentes en Cristo ante esta ola de maldad? ¿Indiferencia, temor,
asombro? En primer lugar, debemos poner nuestras vidas en las manos de Dios,
encomendarnos a él desde el inicio del día y pedir en oración la protección de
sus ángeles desde ese momento y a lo largo del día.
Luego, hemos de confiar
en las numerosas promesas de cuidado y protección registradas en la Biblia. El
Salmo 91 es una bella muestra de la seguridad que Dios puede ofrecernos. Aprópiate de alguno de sus versículos o mejor aun, de la totalidad del capítulo.

El mismo David dice en el Salmo 23:4: “Aunque ande en el valle sombrío de la muerte, no temeré mal alguno, porque tu estás conmigo…” ¿No vivimos acaso en ciudades que son precisamente eso, “valles sombríos de muerte”? ¿Hemos de tener temor, si Dios está con nosotros?
Nelly trabajaba en un
negocio, cuyo dueño se rehusaba a ser extorsionado a pesar de las múltiples
amenazas que recibía. Un día, esta creyente de Dios se encontraba laborando,
cuando irrumpieron en el negocio sujetos fuertemente armados que prendieron
fuego al local. No conformes con ello, abrieron fuego contra el inmueble. Nelly
logró refugiarse en un cuarto contiguo, pero segundos después un hombre armado
recorría todo el lugar dispuesto a disparar a quien encontrara. Nelly quedó de
pie junto a una pared, visiblemente expuesta a la vista de aquel hombre; pensó
que era el fin de su vida. Elevó una oración a Dios. Instantes después, aquel
hombre pasó de largo junto a ella, ¡como si no estuviera ahí! ¡Por un instante,
Nelly fue invisible! ¡Milagrosa intervención de Dios y sus ángeles en favor de
su hija!
Desde luego, no estamos
hablando de asumir una actitud descuidada, despreocupada o temeraria. Es
necesario actuar con mesura, con cautela en nuestro entorno. No está de más
tomar en cuenta las medidas de precaución que la misma sociedad recomienda: No
frecuentar lugares de riesgo, como bares, antros; no andar en las calles a
altas horas de la noche; proteger nuestras casas, autos y negocios, evitar
conflictos con otras personas, etc.
Finalmente, como
cristianos tenemos la certeza de que la violencia, el crimen y el delito llegarán a su fin cuando
Jesús regrese, y sabemos que ese momento no está muy lejano. Si ha sido victima
de estos males, o si le han arrebatado a algún ser querido, permita que Dios lo
aliente, lo consuele en sus brazos de amor. Abriga la esperanza de la segunda
venida de Jesús, de la resurrección de sus seres amados en ese glorioso día y del
final de toda expresión de maldad. Mientras tanto, recuerda que Dios cuida de
nosotros. Acércate a sus brazos protectores confiadamente, “pues a sus ángeles
mandará por ti, que te guarden en todos tus caminos”…- Salmo 91:11.
Autor: J. Pablo Gutierrez
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