Cuando lo que Dios hace no tiene sentido
¿Por qué Dios permite la
injusticia, las guerras, la pobreza, la violencia? ¿Por qué existen las
enfermedades, la soledad, el rechazo, la infertilidad, la viudez? ¿Por qué
tanta muerte, tanto dolor, tantas lágrimas? ¿Por qué el “impío” prospera, y el “justo”
fracasa? ¿Por qué en aquel fatídico accidente automovilístico, se extinguió la
vida del prometedor joven cristiano, estudiante de medicina, mientras que el
joven ebrio causante de ese mortal choque, salió prácticamente ileso? ¿Por qué
Dios permite que ocurran estas y muchas cosas mas causantes de sufrimiento?
El aserto de que todas
estas cosas existen como consecuencia del pecado, no parece tan satisfactorio,
no quita la aflicción. No obstante, no pareciera existir otra explicación
mejor. Es necesario entender que tenemos muy poca información al respecto como
para poder explicar las causas de las aflicciones en este mundo contaminado por
el pecado.
Romanos 11:33 indica que los
juicios de Dios son indescifrables e impenetrables sus caminos. En otras
palabras, no tenemos la capacidad de entender la manera en que Dios obra. Sus
pensamientos son desconocidos, insondables, inescrutables para nosotros. “¿Puedes
adentrarte en los misterios de Dios o alcanzar la perfección del Todopoderoso?
Son mas altos que los cielos, ¿Qué puedes hacer? Son mas profundos que el
sepulcro, ¿Qué puedes saber?”, dice el texto bíblico de Job 11:7,8. Nuestra
mente es finita, los motivos y propósitos de Dios están fuera del alcance de
nuestro entendimiento. Por lo tanto, todas esas preguntas que inician con
“porque” tendrán que quedarse sin respuesta por ahora, sin embargo, algún día
tendrán contestación.
Nunca debemos dudar del
amor de nuestro Dios, el cual tiene un plan maravilloso para nuestra vida. Aunque
en ocasiones ese plan incluye circunstancias desfavorables y terribles: a José
lo encarcelaron, a Jeremías lo recluyeron en una pozo, a Juan el Bautista le
quitaron la vida, igualmente a Esteban… Pero, recordemos que finalmente “a los
que aman a Dios” todas las cosas que estén en armonía con su voluntad, les
ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados” Romanos
8:28.
Por ello hay que
reconocer que las pruebas y el sufrimiento al que nos enfrentamos en algún
momento de nuestra vida no son algo fuera de lo común. Tarde o temprano la
mayoría de nosotros llegamos a vivir una situación cuando todo parece estar en
contra, cuando las fuerzas se acaban, cuando Dios parece haber perdido el
control o el interés por lo que está sucediendo, cuando clamas y parece que no
te escucha. Cuando nada de lo que Dios hace o permite tiene sentido, cuando no
entiendes el “porqué” de la crisis que estás viviendo…
Es en estas
circunstancias difíciles cuando llega el desánimo, el abatimiento, el
cuestionamiento a Dios. Es entonces que aparece el enemigo de Dios
preguntándote: ¿Dónde esta Dios? ¿Por qué no te ayuda? Te sugiere que a Dios no
le interesa lo que ocurre, o que está enojado, o que no te responde porque no
muestras fe suficiente. Es ahí cuando la
fe de muchos se tambalea, al saber que Dios es poderoso y podría librarlos,
pero no lo hace. Esta confusión en ocasiones hace mayor daño que el propio
dolor en si. A raíz de ello se descuida la oración, la lectura de la Biblia, la
asistencia a la iglesia y en ciertos casos es peor aun, se abandonan todas
ellas.
¡Es en estos momentos cuando
mayor necesidad de Dios tenemos! ¡Es precisamente cuando mas debemos buscarlo,
cuando más debemos orar y leer su palabra! Dios nos guía en estas pruebas para desarrollar
nuestra confianza y dependencia de el. Debemos recordar que “sin fe es
imposible agradar a Dios” (Hebreos 11:6).
Analicemos algunos
aspectos que debemos tener en cuenta cuando nos preguntamos el porqué de las
aflicciones por las que pasamos en determinado momento:
1.- A Dios le interesa todo lo que pasa en
nuestras vidas. Dios siempre está
presente en tu vida. Dios te ama y cuando tu sufres, el sufre contigo. Las
emociones, -como el enojo-, pueden hacernos “sentir” que no nos escucha o que nos
ha abandonado. Sin embargo, su silencio, su aparente inactividad no significa su
desinterés en lo que nos ocurre. Las lágrimas en ocasiones pueden impedirnos ver
que camina junto a nosotros. Recordemos lo que el prometió: estar con nosotros
“todos los días hasta el fin del mundo“(Mateo 28:20), y que “los ojos del Señor
están sobre los justos, y sus oídos atentos a sus oraciones” (1ª Pedro 3:12),
entre otras muchas promesas.
2.- Siempre actúa en el momento adecuado. Vivimos en un mundo con el “síndrome del
microondas”, queremos acciones y respuestas al instante. Pero el horario de
Dios es diferente del de nosotros. El nunca se atrasa. Llega en el momento
preciso, siempre lo hace. Recordemos la historia de Lázaro, (Juan 11). El hecho
de que Jesús llegara cuatro días “tarde” era parte del plan de Dios. Pero en
realidad, el intervino en el momento perfecto, justo, exacto, para cumplir con
el propósito de Dios.
3.- Todo lo que Dios hace tiene sentido a pesar de
que nosotros no lo entendamos. Dios
sabe por la situación por la que estás pasando, y es posible que no lo
entiendas ahora y que tenga que pasar mucho tiempo sin que lo entiendas, pero
Dios está al cuidado de tu vida, sabe lo que nos conviene. Nosotros no podemos
ver el futuro como solo el puede hacerlo. No sabemos cual es su plan. Lo que si
sabemos es que el hace lo mejor para nosotros aunque sea contrario a nuestros
deseos, así como un buen padre, en ocasiones se niega a los “demandas” de su
hijo.
4.- Dios es el soberano del Universo. Nosotros somos sus siervos, no al contrario. No es posible discutir con El,
recuerde lo que Job recibió como respuesta cuando quiso hacerlo (Job 38 -41).
Después de todo, el es Dios. Y nosotros le debemos la honra y la gloria.
En conclusión, mientras
estemos en este mundo, probablemente jamás entenderemos el propósito de nuestro
sufrimiento, pero no debemos olvidar que después de todo, Dios nos ama y nunca
se equivoca. Podemos descansar en el, y en sus promesas. Por ello, nos pide que
confiemos en él con mayor intensidad en medio de las adversidades y tormentas
de la vida.
Autor: Pablo Gutierrez
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