Sin duda alguna,
uno de los mayores problemas a los que se enfrentan nuestros jóvenes que
estudian en una escuela, colegio o universidad no adventista es la exigencia de
tener que asistir a clases los sábados, o peor aun tener que realizar exámenes
determinantes en el día de reposo estipulado por Dios. ¿Qué hacer cuando los
profesores se muestran inflexibles al respecto? ¿Qué hacer cuando incluso,
somos objeto de incomprensión o de burla por defender nuestras creencias? ¿Qué
hacer cuando la calificación de una materia que has cursado con mucho esfuerzo
todo un semestre o un año, depende de ese examen el día sábado?
Héctor es un
joven adventista que estudia Licenciatura en Administración de empresas en una
Universidad secular. En cierta ocasión, al inicio del sexto semestre de dicha
carrera, el profesor de cierta materia anunció que tendrían que asistir a
clases los sábados con cierta frecuencia, argumentando la extensión del
contenido de la materia y la falta de tiempo para cubrirlo. Héctor se acercó al
profesor al final de la clase, y le expuso que el no podía asistir a tales
clases, porque el guardaba el sábado, como día de reposo instituido por Dios,
según el mandato registrado en la Biblia, y que ese día asistía a la iglesia
para adorar al Señor, pero que sin embargo, estaba dispuesto a asistir a clases
extras otro día de la semana, o a realizar trabajos adicionales, o a lo que
determinara el docente.
El profesor lo
miró con cierta incredulidad, luego le respondió que no tenía otro momento de
la semana para realizar esas clases extras, pero que no se preocupara, que solo
serían unos cuantos sábados los que tendría que dejar de ir a “su iglesia”. Y
le advirtió que si no asistía, iba a haber consecuencias como rezago, bajas
calificaciones, e incluso la reprobación de la asignatura.
Ese día Héctor
regresó cabizbajo a su casa, mientras su corazón luchaba por decidir cual
camino tomar en esta encrucijada tan difícil. Consideró ambas opciones, pero
luego oró a Dios pidiéndole fortaleza para ser fiel a sus creencias a pesar de
poner en riesgo la acreditación de esa materia.
Al término de la oración, tomó su Biblia y
leyó el capitulo 3 de Daniel. La historia inspiradora de los tres jóvenes
hebreos, Misael, Ananías y Azarías, (cuyos nombres fueron cambiados por Sadrac,
Mesac, y Abednego). Seguramente has escuchado en múltiples ocasiones ese relato
bíblico, cuando rehusaron inclinarse ante la estatua de oro que había erigido
Nabucodonosor. Los tres jóvenes hebreos le aseguraron al rey que el Dios a
quien honraban podía librarlos, pero, que aun si no lo hiciese, no adorarían la
estatua. En consecuencia, ellos fueron arrojados al horno de fuego calentado
siete veces más, pero Dios los protegió de las llamas abrasadoras como
respuesta a su fidelidad, y hoy en día representan un gran ejemplo de lealtad y
obediencia a la Palabra de Dios, que todo seguidor de Jesús debería imitar.
Entonces Héctor
tomo la determinación de no asistir a esas clases en el día de reposo, ni
siquiera aunque se tratara de una o dos ocasiones. Eso significaría, que
tendría que redoblar esfuerzos en dicha materia, para compensar esas horas que
estaría ausente.
Pasaron algunas
semanas, y el profesor se dio cuenta de que a pesar de que Héctor no estaba
asistiendo los sábados, era el alumno más destacado de la clase. Cumplía
metódicamente con todas sus tareas y trabajos, nunca faltaba durante la semana
y siempre estaba puntual al inicio del periodo de clase. Sin embargo, cuando se
acercaba el final del semestre, anunció que el examen global, elemental para
acreditar la materia, seria aplicado en
un día sábado.
Nuevamente Héctor
se acercó al profesor pidiéndole que le aplicara la evaluación cualquier otro
día, pero el profesor se mostró inflexible asegurando que no había manera
humana ni “divina” en que aplicara el examen en otro día. Entonces Héctor,
lleno de convicción, emulando a los jóvenes hebreos, le aseguró que Dios si podía
cambiar el examen a otro día, pero, que aun si no lo hiciese, el no se
presentaría a realizarlo.
Finalmente llegó
la última semana de clases, y Héctor insistió al profesor una vez más, pero
este no cedió. Aun así, Héctor continuaba pidiéndole a Dios en oración ayuda,
fortaleza y dirección en esta situación. Posteriormente, un día antes del
examen, el profesor se demoró en llegar al aula de clases. Cuando finalmente se
presentó, apareció con un semblante descompuesto, y con un tono molesto, dijo:
- Solo vengo a anunciarles que por causas de fuerza mayor y totalmente ajenas a
mi voluntad, no podré poner el examen el día de mañana, sábado, así que tendré
que ponérselos el lunes. Dicho esto, miró a Héctor...y abandonó el aula.
No cabe duda que
Dios interviene a favor de aquellos que le son fieles. El puede librarte, y aun
si no lo hace, no te inclines ante “la estatua” de profanar el día de reposo. Por
eso, si pasas por una situación similar en el lugar donde estudias o incluso
donde te desempeñas laboralmente, recuerda la historia de los tres jóvenes
hebreos, recuerda la historia de Héctor,
ora constantemente y decide permanecer leal al Señor.
Autor: Juan Pablo Gutiérrez Saucedo
paso por lo mismo DIOS me ayudara
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