¿Alguna vez has asistido a un estadio? ¿O lo has visto por la televisión? Es un lugar que, ya sea el evento en el día o en la noche, suele estar repleto de aficionados.
En los partidos de futbol, basquetbol, volibol, futbol americano, rugby, cada equipo tiene su propio escudo, uniforme, colores y afición. Si al equipo le toca jugar en casa su afición es mayor que la del oponente, no suele ser a la inversa.
Seguramente, tú también has sido parte de alguna afición, te vistes con la playera de tu equipo, conoces los nombres de los jugadores, o incluso te sientas frente al televisor para ver alguno de sus partidos.
Hay personas que llegan a ser tan aficionados a algún deporte, que éste pasa a formar parte de su estilo de vida; en la Biblia también se cuenta sobre un juego, pero no es cualquier partido, es la batalla más interesante y emocionante que pueda existir: “Estalló entonces una guerra en el cielo: Miguel y sus ángeles pelearon contra el dragón. Y el dragón y sus ángeles pelearon” (Apocalipsis 12:7). El resultado fue favorable para Miguel y el escuadrón celestial, pero esto no se quedara así, habrá una revancha y será el todo por el todo.
Sin duda alguna es la batalla más esperada, cada día los jugadores se preparan intensamente para poder dar lo mejor de sí, por un lado está el capitán más perverso y agresivo, y por el otro está Jesús, el capitán más tierno y bueno.
Se juega la salvación eterna de la afición, o su pérdida en este mundo atroz. Los aficionados día con día elegimos que playera nos ponemos, tal vez haya más de un equipo, pero la realidad es que solo somos visitantes y, como en todo partido, la porra de los visitantes es menor a la local. “Pero ya no sois del mundo, sino que yo os elegí del mundo; por eso el mundo os aborrece” (Juan 19:15).
El día se acerca y todos formaremos parte de uno de los dos equipos, en ti esta la decisión.
Y tu, ¿a qué equipo perteneces?
Autor: Edgar Paz
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