No tengo tiempo. No me alcanza el tiempo. ¿Cuántas veces
hemos escuchado estas frases, o las hemos dicho nosotros mismos? ¿Será que en
la actualidad tenemos menos tiempo?
Eso es absurdo, pensará el lector. El día sigue teniendo 24
horas de 60 minutos cada una de ellas. ¿Entonces porque parece que hoy tenemos
menos tiempo? Por supuesto, las múltiples actividades absorben nuestro tiempo,
llámese familia, escuela, trabajo, pasatiempos, entre tantas otras.
Hay tantas cosas que hacer, que a veces no las atiendes como
corresponde. Llegas a descuidar alguna de ellas. Y ante la imposibilidad de
hacer todo como se debe, tienes que definir lo importante, lo urgente, lo
necesario, etc., pero ese es otro asunto.
Hace ya varias décadas, se decía que las maquinas nos
ahorrarían mucho tiempo, que los nuevos inventos nos facilitarían el trabajo y
lo realizaríamos en menor tiempo. Hoy tenemos la computadora, los medios de
transporte, Internet, las redes sociales etc., y aun así, hoy, nos sigue
faltando tiempo.
El tiempo es el bien más preciado de la tierra. Es necesario
valorarlo debidamente y saber utilizarlo.
Comparto estos breves párrafos acerca del valor del tiempo:
·
Si quieres conocer el valor de un
año, pregúntale a un estudiante que ha reprobado sus exámenes finales.
·
Para conocer el valor de un mes,
pregúntale a una madre que dio a luz prematuramente.
·
Para conocer el valor de una semana,
interrogue al Editor de una Revista.
·
Para conocer el valor de una hora,
converse con una pareja de enamorados.
·
Para conocer el valor de un minuto,
pregúntale a alguien que acaba de perder un tren, un avión o un autobús.
·
Para conocer el valor de un segundo,
pregúntale a alguien que acaba de sobrevivir a un accidente.
·
Para conocer el valor de una milésima
de segundo, pregúntale a alguien que acaba de ganar una medalla de plata (o perder la medalla de oro) en las
Olimpíadas.
*(La
cursiva es nuestra)
Dicen una frase muy conocida que el
tiempo es oro. Que vale oro.
Escuche a un predicador afirmar que
el tiempo vale más que el oro. Y explicó porque:
“Un día un niño pequeño jugaba
afuera de su casa con uno de sus juguetes. Sin embargo, el juguete cayó y fue a
dar a la parte posterior del automóvil familiar. El niño fue a recogerlo, sin
darse cuenta de que su mama estaba a bordo del automóvil a punto de dar marcha
de reversa para salir. La madre no se dio cuenta de esto e inició su salida y
golpeó al niño con la parte de atrás del auto. Un vecino que vio toda la escena
gritó a la mujer que detuviera el auto, pero ésta no lo oyó, así que salió
corriendo para alertarla. El niño quedo debajo del auto y afortunadamente para
el las llantas traseras no lo aplastaron, pero con las maniobras de la
conductora las llantas delanteras si lo harían. Milagrosamente, el vecino llegó
a tiempo para sacar al niño unas pocas fracciones de segundo antes de que
ocurriera una tragedia.”
Y el predicador preguntó: “¿Qué resultó más valioso en este
caso, el oro de todo el mundo o ese segundo que salvó la vida del niño? ¿De qué
habría valido todo el oro frente a ese segundo de tiempo? Pidámosle a Dios la sabiduría para administrar nuestro tiempo, para aprovecharlo al máximo y no desperdiciarlo.
El tiempo no espera, no perdona, no vuelve. Disfruta de cada uno de los momentos que te sean concedidos, porque son insustituibles.
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