Un joven escribió
un e-mail a un sitio cristiano lo siguiente:
"He
dejado de asistir a mi congregación;
quiero pedir que me lleven en sus oraciones.”
quiero pedir que me lleven en sus oraciones.”
¿Qué le dirías a este joven? Es preciso decirle: “¡Estás en un grave peligro! ¡Vuélvete al Señor, inmediatamente!”. Sin embargo, nuestro grito, por desesperado que fuese, no lograría infundir el temor que se debe tener ante un peligro así.
Pero, ¿qué
harías tú frente a un hombre ciego que camina derecho hacia un precipicio? ¿Qué
harías tú ante un automovilista que corre, en una noche oscura de temporal, en
dirección a un puente cortado? El peligro que enfrenta un joven creyente que se
ha alejado de Dios no es menor; al contrario.
No se trata
simplemente de que alejándote de Dios pierdas el gozo y la paz, sino se trata
de que estas en peligro de perder tu vida.
Cuidado con los ‘rápidos’
¿Conoces los
rápidos? Hay en Chile, unos famosos rápidos, los rápidos del río Trancura.
Muchos turistas asisten de todo el mundo a disfrutar la emoción de lanzarse en
unas pequeñas embarcaciones por una corriente avasalladora, evadiendo a duras
penas las rocas y el peligro de volcamiento. La emoción es fuerte, y quienes
las buscan, sin duda que las encuentran allí. Sin embargo, estos rápidos no
revisten mayor peligro, porque los participantes llevan puestos los equipos de
emergencia, y porque al final de la ruta están las aguas del lago Villarrica,
mansas y tibias, que reciben a los excitados aventureros.

Tú no caes
como sobre una alfombra, sino ¡ay!, te estrellas violentamente sobre las rocas,
en las puertas mismas del infierno.
El peligro de perder la vida
¿Por qué
hemos dicho que si te apartas de Dios estás en peligro de perder tu vida?
La juventud
es, amado joven creyente, la edad de las grandes decisiones. Lo que
tú elijas ahora te seguirá para toda tu vida. Sea en el plano sentimental,
sea en el plano laboral. En casi todo lo que hagas cuando seas adulto, estarás
determinado por lo que hiciste (o no hiciste) cuando eras joven.
He aquí una
cosa asombrosa: a la inexperiencia de la juventud, la vida le exige la
sabiduría de la vejez para la toma de decisiones atinadas. ¿Quién aconsejará en
ese momento? ¿Los padres? No, y aunque lo hicieran, si la sabiduría no está
en el corazón del joven, los padres poco podrán hacer para suplirla. Los
consejos de los padres, por sabios que sean, no hallarán eco en el joven a
menos que dentro de él esté la Sabiduría. ¿Aconsejarán los pastores? Si
el joven está lejos de Dios no buscará el consejo de un pastor. Su círculo de
amigos le parecerá mejor que el más sabio consejero, aunque su fin sea la
muerte misma.
Si eliges
mal la esposa (o el esposo); si eliges mal tu profesión, y después quisieras
servir al Señor, encontrarías un estorbo difícil de superar. La única
posibilidad de no equivocarte en estos importantes asuntos es volviéndote al
Señor (antes de que sea tarde) para que Él sea tu sabiduría. Hemos
conocido jóvenes que amaban al Señor y tempranamente quisieron servirle; sin
embargo, fueron estorbados más tarde, en forma permanente, por una esposa
incrédula o por un trabajo asfixiante.
La oveja y el cerdo
Pero hay
otro peligro, no menos grave que el anterior: Es la vuelta al pecado y a
la inmundicia.
Cuando un
hombre se acerca a Dios se aleja del pecado, pero cuando se aleja de Dios se
acerca peligrosamente al pecado. Siendo un hijo de Dios, y habiendo conocido la
santidad, se ve envuelto en las costumbres de los que no conocen a Dios. ¿Cuál
será allí su satisfacción? Allí se sentirá muy desdichado. Una oveja y un cerdo
reaccionan de manera diferente en el fango. Un cerdo que se mete en él gruñe de
satisfacción y se enoja si intentan sacarlo. Una oveja, en cambio, no va a
estar feliz allí, porque no está en su elemento. Va a luchar hasta que logre salir
de él.

Su suerte será
muy desdichada mientras no vuelva a Dios.
Lo que se siembra, se siega
Las
Escrituras afirman:
“No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre
sembrare, eso también segará.” (Gál.6:7)
La juventud
es una época de siembra. Muchos pecados cometidos en la juventud tienen su
cosecha de muerte el resto de la vida. Un hijo concebido en la soltería, un
accidente físico, un exceso moral, etc, todo ello es una siembra que traerá
inevitablemente una cosecha.
Muchos
traumas sicológicos que llevan los adultos son el efecto de una dura
experiencia juvenil, de un pecado largamente acariciado. Sin embargo, tú puedes
sembrar también una buena semilla. La sensatez, la cordura y la sabiduría de
Dios pueden guiarte eficazmente para no errar el camino. Tu vida adulta puede
tener la paz y el reposo que dan las decisiones sabiamente tomadas cuando tú
estás en paz con Dios.
Advertencia e invitación
¿Cuál es,
entonces, la palabra para los jóvenes que creen en Dios, pero se han alejado de
sus caminos? Es, fundamentalmente, una palabra de advertencia.
Pero no es
sólo eso. Es también una palabra de invitación.
La Palabra
de Dios dice: “Buscad a Dios mientras puede ser hallado, llamadle en tanto
que está cercano” (Is. 55:6). Y también dice: “Acerquémonos confiadamente
al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el
oportuno socorro” (Heb.4:16). En otro lugar dice: “Acerquémonos con
corazón sincero...” (Heb.10:22).
Tú no
necesitas hacer méritos antes de acercarte a Dios. Dios sabe que tú no puedes
mejorarte a ti mismo, ni tampoco acercarte a él cuando tu corazón está frío y
duro.
Pero le
puedes hablar sinceramente y decir lo que realmente sientes. Dile que
has pecado, que no puedes contigo mismo, que si Él no te ayuda, estarás perdido.
Dile sin rodeos todo lo que pasa en tu vida y pídele ayuda. La sangre de
Jesucristo está a tu favor, y el Abogado que tienes en los cielos defenderá
tu causa. (1ª Juan 2:1).
Si lo haces
con sinceridad, recibirás socorro. Dios es tan misericordioso y fiel a su
Palabra, que la única manera de no ser ayudado es no pidiendo ayuda.
Con todo,
recuerda: Si dejas fuera de tu vida a Dios, entonces las consecuencias pueden
ser muy trágicas, y sobre todo, perderás la seguridad, el gozo y la paz que
sólo Dios puede dar.
Un siervo de
Dios, C.H. Spurgeon dijo: “Si no estás buscando al Señor, el diablo te está
buscando a ti.” Y el diablo, que vino para hurtar, matar y destruir, no te
busca para hacerte bien. El Señor Jesús, sin embargo, vino para darte vida,
y vida en abundancia. (Juan 10:10).
El Salmo
91:1: dice: “El que habita al abrigo del Altísimo morará bajo la sombra del
Omnipotente”. ¿Estás tú bajo el alero de Dios o estás a la intemperie,
expuesto a todos los peligros?
Tú sabes que
Dios te ama. Esto es una verdad preciosa para ti, ¿verdad? Sin embargo,
si tú le has vuelto la espalda, ¿cómo podrá Él defenderte? Si no te quieres
poner bajo el abrigo del Altísimo, ¿cómo morarás bajo su sombra?
De ti
depende el lugar donde estar.
Que el Señor
te conceda la gracia para buscar refugio en el Señor Jesucristo.
Deseamos que tú, cuando seas adulto, puedas decir con el rey David:
Deseamos que tú, cuando seas adulto, puedas decir con el rey David:
Autor: www.aguasvivas.cl
Adaptacion de Viendo al Invisible
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