Un
Dios del monte Sinaí Poderoso, que transmitía temor; por otro lado, un Dios del
monte Calvario mostrando amor y compasión.
Pensarás
que Dios dio un giro completo a su carácter, pero eso seria creer una mentira.
Dios
es el mismo antes, hoy y por siempre (Hebreos 13:8)
La
diferencia radica en nosotros…
El
pueblo de Israel del antiguo testamento, era un pueblo inmaduro, acostumbrado a
la disciplina de los egipcios.
Un
conferencista famoso en estos tiempos lo llamaría el “síndrome de Oídos Sordos”
lo entenderemos mejor en el ejemplo de un caso típico: El niño tiene su
habitación desordenada y la mama le grita: - ¡Niño desordenado recoge tu cuarto! -- el niño se asusta y hace caso.
El
segundo día: - ¡Niño desordenado recoge tu cuarto! -- el niño se asusta pero no tanto y hace
caso.
El
tercer día: - ¡Niño desordenado recoge tu cuarto! -- el niño le contesta: ¡hay mama ya cállate!
Los
israelitas estaban tan acostumbrados a recibir insultos, gritos y golpes por
los egipcios que tratar de obedecer a un Dios del calvario seria inútil, es por
eso que El Dios del Sinaí se muestra Poderoso y terrible en gran manera montando
un espectáculo de relámpagos y truenos, de tal forma que el pueblo de Israel
comprendiera que es necesario obedecer a Dios.
Este
Dios del Sinaí, estaba educando a su pueblo amado, sin dejar de ser un Dios
amoroso y Misericordioso.
Ahora
comprenderías porque seguir a Dios, a veces es difícil, las pruebas a veces son
muy duras y parece que esta contra tus planes, pero recuerda que el es perfecto
y sabe lo que es mejor para ti.
Elena
G. de White escribió: Dios no guía jamás a sus hijos de otro modo que
el que ellos mismos escogerían, si pudieran ver el fin desde el principio.
La
Biblia dice en Hebreos 12:
5 además, habéis olvidado la exhortación
que como a hijos se os dirige: hijo
mío, no tengas en poco la
disciplina del señor ni te desanimes al ser reprendido por el; 6 porque el señor al que ama, disciplina y azota a todo el que
recibe por hijo.
7 ES PARA VUESTRA CORRECCIÓN QUE SUFRÍS; Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo hay a quien su padre no discipline? 8 Pero si estáis sin disciplina, de la cual todos han sido hechos participantes, entonces sois hijos ilegítimos y no hijos verdaderos. 9 Además, tuvimos padres terrenales para disciplinarnos, y los respetábamos, ¿con cuánta más razón no estaremos sujetos al Padre de nuestros espíritus, y viviremos?
7 ES PARA VUESTRA CORRECCIÓN QUE SUFRÍS; Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo hay a quien su padre no discipline? 8 Pero si estáis sin disciplina, de la cual todos han sido hechos participantes, entonces sois hijos ilegítimos y no hijos verdaderos. 9 Además, tuvimos padres terrenales para disciplinarnos, y los respetábamos, ¿con cuánta más razón no estaremos sujetos al Padre de nuestros espíritus, y viviremos?
Charles
Spurgeon conocido por
la gente como el "Príncipe de los Predicadores" relató esta historia:
La
fe es algo parecido a esto: se cuenta de un capitán de barco de guerra, cuyo
hijo, un muchacho joven, era muy aficionado a subir por el cordaje del buque.
Una vez, persiguiendo a un mono, subió al mástil hasta alcanzar la plancha
mayor sobre el mástil. Y como ustedes saben, esa plancha es como una gran mesa
redonda puesta sobre el mástil; así que, cuando el joven estuvo allí, tenía
espacio suficiente; pero la dificultad estaba, usando la mejor explicación que
puedo, en que no podía alcanzar el mástil que estaba debajo de esa plataforma,
pues su estatura no le permitía descolgarse por la plancha, alcanzar el mástil
y bajar. Allí estaba en esa plancha de madera; se las había arreglado para
llegar allí, de alguna manera u otra, pero le era imposible bajar. Se había
desatado una tormenta y Su padre se dio cuenta y quedó horrorizado; ¿qué debía
hacer? ¡En unos instantes su hijo caería y quedaría destrozado! Estaba aferrado
a la plataforma con todas sus fuerzas, pero en pocos segundos caería sobre la
cubierta convirtiéndose en una masa informe. El capitán pidió un megáfono, y
llevándoselo a la boca gritó: "¡Muchacho, la próxima vez que el barco se
incline lo suficiente, lánzate al mar!" Era en verdad su única salvación;
podía ser rescatado del agua, pero jamás se salvaría si caía sobre cubierta. El
pobre muchacho miró al mar; la altura era impresionante, no podía soportar la
idea de arrojarse a la corriente que rugía allá abajo; le pareció brava y
peligrosa. ¿Cómo podría lanzarse a ella? Y así se aferró con todas sus fuerzas
a la plataforma, aunque no había duda que pronto se soltaría y perecería. El
padre pidió una pistola, y apuntando al muchacho dijo: "Muchacho, la
próxima vez que el barco se incline, lánzate al mar, o si no te disparo."
El chico sabía que su padre cumpliría su palabra, y así, cuando el barco se
inclinó hacia un costado, se lanzó al mar. Los robustos brazos de los marineros
fueron tras él, y lo rescataron, subiéndole a cubierta.
En el cristianismo hay
ocasiones en las que los relámpagos y truenos pueden salvarnos, hay momentos en
que se requiere una acción sumamente drástica porque es lo único que puede
salvarnos y evitarnos la muerte.
Aunque tu vida se vuelva una
tormenta y parezca que todo va mal recuerda que Jesús te dice: “Despréndete hoy
de ese mástil (que puede representar tu orgullo, o tu amor por el mundo),
porque después puede ser muy tarde, abandona esa confianza en tus propias
obras, y arrójate en el mar de mi amor."
Recuerda, que Dios te ama y
te disciplina así que:
¡Haz la voluntad del Dios
del monte Sinaí y recibe el amor y la salvación del Dios del Monte calvario!
Autor: Omar Reyes
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