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Mostrando entradas de marzo, 2014

LA LLEGADA AL CIELO

¿Te has preguntado como serán esos primeros momentos en el cielo, una vez que hayamos dejado atrás la historia de este mundo, y lleguemos a la gloriosa ciudad celestial? Nuestros sentidos serán pasmados por tantas cosas novedosas que encontraremos a nuestra llegada. Dice la Escritura en 1ª corintios 2:9: “Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han entrado al corazón del hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman”. Seguramente los pensamientos más imaginativos de las mentes más creativas, no se acercan en nada a lo que serán esos momentos. Pero, aun así, tratemos de crear con los ojos de la fe una visión de nuestro arribo al cielo. Evidentemente la mayor expectativa será la de ver a Dios, quien nos dará la bienvenida con los brazos abiertos. ¡Estaremos por fin en su gloriosa y majestuosa presencia y podremos verle cara a cara! ¿Qué vas a hacer o a decir cuando tengas a Dios frente a frente? ¿Imaginas al Imponente Rey del Universo saludándote, luego poniéndote ...

La contaminación del pecado

Abel y Caín aún no regresaban. Él sentía cierta inquietud que intentaba desechar. No sabía hasta que punto podía haber sido mala su decisión, su pecado en el Edén. Sabía que era mala, por supuesto, se sentía diferente, pero en ese momento no se imaginaba el alcance que tendría, comenzando en sus propios frutos: sus hijos. Recordaba muchas veces el huerto del Edén. “Edén”, el nombre le sabía dulce en el paladar. Recordaba los lindos momentos con Eva, tirados en la hierba suavecita, con el aire tibio alrededor, comiendo frutos delicioso y recibiendo a Dios. Pero, ya no podía entrar más, dos ángeles guardaban las puertas del huerto. Dios les habló que vendría un Redentor, a limpiar sus pecados. El creyó que esto ocurriría pronto, puso toda la esperanza en Caín, que él sería el Redentor, pero era demasiado pronto. ¡Que sorpresa le tenía preparada Caín, su hijo! Desde ese asesinato, Adán comprendía cada vez más lo grave que había sido violar un simple mandato de Dios. La primera p...